Sunday, December 30, 2007

OBRAJILLO, POSADA DE ARRIEROS/ ARMANDO ARTEAGA

Calle canteña, sierra de Lima.
Iglesia de Obrajillo.
Casa tipica de Obrajillo
Obrajillo, Posada de Arrieros* Por Armando Arteaga
Centro de Canta.
Obrajillo es, sin lugar a dudas, sierra adentro de Lima, mas allá de Canta, el mas adecuado y atractivo ‘hinterland’ andino y cercano (a solo tres horas en auto).En la antigua ruta del trafico de los metales de Cerro de Pasco a Lima y en el desarrollo que tuvo la minería y el arrieraje –situado a orilla del rió Chillón, en una planicie encantadora, la describe monseñor Heraldio Cabrera Huamán– donde esta población prospero. Antiguamente, Obrajillo había sido tambo incaico y luego el obraje que fundo el español Arias y Maldonado le otorgó a este asentamiento rural el beneficio de ser ‘nodo’ comercial y posada de arrieros. La llacta andina se vio de pronto invadida de recientes casas y ‘pascana’ para forasteros, lo que es ahora la nueva población de Obrajillo.
Vivienda Republicana de Obrajillo
Pueblo tragado por dos riós que cargan barro y montes, es lo que recuerdan los más antiguos pobladores. José Ferrando, en su narración ´perfiles de cóndores‘, dibujo a la quebrada de Potura como la fuerza natural que año tras año se llevaba de encuentro el arrabal del pueblo, pero el caserío se sentaba allí otra vez para esperar y desafiar la creciente del agua. La Iglesia de Obrajillo esta edificada en el filo del cause y posee dos campanas de bronce, una grande y otra chica, fechadas en 1845 y1872 con dedicatoria de agradecimiento a San Juan, Patrón de Obrajillo, fecha que bien puede coincidir con los embates fieros de los huaycos del Potura.

Se mantienen todavia parte de la arquitectura rural en Obrajillo.

El pueblo actual de Obrajillo es un regazo. Hasta allí llegan los excursionistas limeños que huyen del frió e invierno. Las calles y las viviendas nos advierten un pueblo ancestral por donde se vuelve con la imaginación al pasado. Construcciones en adobe, tapial y pirca, techos a dos aguas de tejas y en algunas viviendas aun es posible detectar una calamina especial traída de España que se difunde por ligeras y diáfanas vertientes sobre las manchas azules del cielo serrano. Paredes ocres y tostada tierra desparraman sobre el paisaje una arquitectura de masas y volúmenes, sobre sombras que modulan imaginarios espacios con los blancos rayos del sol de las tardes de esa parte del valle canteño.

Volumenes arquitectònicos de adobes.

Obrajillo debe ser declarado monumento histórico nacional, no solo por las construcciones preincaicas e incaicas (arquitectura domestica Ataviíllos) y republicanas actuales, sino porque en algunas de estas casonas y potreros aun esta la huella del retiro de los balcones (para uso como leña) por parte del ejercito invasor chileno, manchas de incendios provocados, y del cuartel de honor de los montoneros de Cáceres.

Balcones de Obrajillo.

Quien haya estado por Obrajillo sabe de las bondades que otorga esa comunidad a los visitantes, lo que es sentarse al sol del ande abierto al cielo serrano. No por nada Julio Ramón Ribeyro ha dicho de Obrajillo que es uno de los lugares más bellos del mundo.

El discreto encanto de Obrajilloa, sus viviendas rurales.

(Publicado ene. Diario Expreso, Jueves 13 de Octubre de 1988). *Publicado en el libro “Canta y sus encantos en setiembre”. Editorial San Marcos , 2004.

Tambo inca con arquitectura mestiza en Obrajillo.

NI UN CARACHO, PARA CAMACHO/ ARMANDO ARTEAGA

NI UN CARACHO,
PARA CAMACHO

Por Armando Arteaga

Al borde de la carretera de Canta hacia Obrajillo, una casa pintoresca y avisada bajo el nombre de Villa Aurora llama la atención de los despistados viajeros y caminantes, que suelen observar con cierta admiración el espécimen arquitectónico de adobes, rodeados por la bucólica chacra sembrada siempre por Filiberto Camacho Alvarado, ciudadano peruano olvidado, el poeta labriego, que así reza el sello de su Mensaje de formación Real, tres hojas pragmáticas editadas a mimeógrafo, el sumario de su prosapia campesina. Camacho tiene actualmente 87 primaveras y quiere vivir hasta los 99 y medio años. Me dice que nunca, o casi muy poco, ha utilizado dinero para comprar cosas. Ha vivido truequeando todo para sobrevivir.

De las tantas veces que hemos conversado, nos hemos hecho amigos. Siempre que he pasado de paseo, trabajo o estudio, a Canta y a Obrajillo, lo he visitado para intercambiar parrafeadas. La última vez que lo he visto -hace unas semanas-, me recibió con uno de sus pizarrines (o moralejas) Si tomas mucha viada, ten cuidado en la parada. Iba apurado ese día. Y el tiempo andino es de otra magnitud al de nuestras exigencias urbanas. Allí también, en el reloj de lo eterno, existen contradicciones.

Sentado en su amplio poyo familiar del patio de su casa, construida adobe tras adobe con sus propias manos, este arquitecto espontáneo de su destino se queja del olvido hasta de sus propios vecinos, mientras desgrana los minutos del choclo de la tarde en Canta. Observo, en silencio, su comprensible amargura, su estoica manera de mirar el mundo. Su hablar, su percepción, respiran un discreto encanto.

Filiberto Camacho es algo así como un Pedro Nadie de la canción del argentino Piero, pero no va con rodeos, estigmatiza con un toque mágico su presencia que se perfila en sus gestos, en los muebles rústicos de su casa en toda la atmósfera que ha impuesto a la obra de su vida. No acepta las compasión que un visitante urbano pueda tener ante su acción. Filiberto Camacho deja de desgranar los minutos de la tibia tarde canteña, que vive afuera un bullicio de fiesta, que despreocupa a este viejo amauta, hombre sencillo, y de gran sabiduría popular, de nuestro entrañable país.

(Publicado en el Diario Expreso, Jueves, 07 de Noviembre de 1991).

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