Wednesday, March 26, 2008

ENEMIGO PRINCIPAL, EL ARQUITECTO/ RAFO LEÓN

ENEMIGO PRINCIPAL, EL ARQUITECTO 

El mal gusto y la falta de creatividad han matado 
al maravilloso viejo Miraflores 

Rafo León
Lo último que quisiera es dar de mí la imagen de un pasadista obsesionado por evitar el avance del tiempo. No es la nostalgia un sentimiento que me ocupe de cultivar, por la sencilla razón de que las cosas que estuvieron ayer en un lugar, estuvieron ayer, y hoy es otro día. El recuerdo es un hilo insuficientemente fuerte como para sostener las presiones de la realidad, además que distorsiona y subjetiviza las cosas y aunque nadie me lo quiera creer, me gusta cuando los pies están bien plantados sobre la cruda. Valga este prolegómeno para escribir lo que hoy quiero decir: la destrucción del viejo Miraflores ya cumplió con su objetivo, ya se tiró abajo los últimos ranchos finiseculares que quedaban en pie, y con ellos se ha arrasado con un bien patrimonial no solo de primer orden, sino que perfectamente podía haberse adecuado a las exigencias del crecimiento clasemediero de hoy. Bastaba con tener un poco de talento, otro de visión urbanística, su pizca de buen gusto y la intención de darle placer a los vecinos de una importante comunidad limeña. Pero ese Miraflores ya fue. 

Miraflores, Balta, bajada a los baños, con fondo llena de nuevas edificaciones.  

EL REINO DE LA CLASE MEDIA 
La arqueóloga Isabel Flores es la responsable de un interesante estudio sobre la historia de Miraflores, que nos revela cómo esta porción limeña ha sido, casi desde sus orígenes, el hábitat de una clase media muy distinta a la oligarquía que pasó del centro de Lima a San Isidro. Durante la Colonia los actuales Miraflores, Surco y San Boria fueron entregados a los curas mercedarios, mientras que los indios quedaron en los señoríos de Sulco y Huacica. A inicios del XIX los curas comienzan a vender tierras, desatando el proceso de urbanización que años más tarde, en 1857, determinaría que por la densidad de su población (1000 habitantes), Miraflores ya tenía derecho a ser declarado distrito. Domingo Porta y Guillermo Shell (cuyos apellidos llevan dos calles de mi barrio) están entre los artífices de la urbanización miraflorina, que capta en esos tiempos a familias europeas que descubren en su clima, sus huertas, sus jardines y su mar, virtudes que contrastan con lo vetusto del centro de la capital. Gentes nuevas, carentes de coronas y de huachaferías limeñas, que instalan ese espíritu democrático y mesocrático que siempre ha caracterizado a mi distrito.

ARQUITECTURA DE JAZMINES 
En esos tiempos aparecen los ranchos miraflorinos, esas sencillas edificaciones de quincha, generalmente de un solo piso, con sus galerías cubiertas, sus grandes ventanas enmaderadas y su inevitable entramado con las plantas; pues el rancho y el jardín resultaban inseparables, tanto como el maceteroy el sun porche. El terremoto de 1940 acabó con muchos de los ranchos, pero no con todos. La última piedra la han tirado los alcaldes de los recientes treinta años, con la complicidad de los arquitectos, a quienes considero como los grandes culpables de esta pérdida irreparable.

Nuevas moles de concreto: ¿Brutalismo miraflorino puro?. No, negocio de alcaldes , arquitecxtos e ingenieros civiles sin escrupulos.

ARQUITECTOS BRUTOS ANIMALES 
Caminemos por Miraflores: toda la parte vieja del distrito está hoy sobrepoblada de edificios idénticos, ratoneras con su bloqueta de vidrio para que nadie diga que no son modernas, sin ninguna gracia, levantados donde hubo casas en verdad espléndidas. Se acaban de tirar abajo una casa ubicada en la esquina de 28 de Julio y Ocharán, y otra en la misma Ocharán, y allí donde vivían dos familias, zamparán un conjunto de no menos de cincuenta departamentos, si no son cien. Los arquitectos, insensibles, incultos, no fueron capaces siquiera de conservar las rejas exteriores de esas casas. Pudieron haberlas integrado a una concepción moderna que empatara con ciertos símbolos identitarios del distrito. Pero no: mole rectangular, tugurio de balconcitos cojudos, vidrio templado y el reino del mal gusto prepotente. Yo no entiendo qué les enseñan a los arquitectos en las universidades, no sé para qué leen Arkinka y se llenan la boca con terminología huera, si a la hora de enfrentar un buen reto terminan actuando como lustrabotas de los trepones. Acá no hay pasadismo ni nostalgia, solo ganas de vivir con decencia.

DE LAS CASONAS PIURANAS

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